Sunday, June 24, 2012

2.- El Mito de la Higuera.-


La higuera florece únicamente la víspera de San Juan a las doce en punto dLa higuera florece únicamente la víspera de San Juan a las doce en punto de la noche, y la flor no dura sino algunos instantes. El que la toma, enriquece y es feliz. Pero no es fácil tomarla, porque se requiere valor y serenidad. Como sólo florecen las ramas más altas, hay que subirse al árbol y ase­gurarse bien; porque cuando se acercan las doce se oyen bufidos, berridos, ladri­dos, maullidos y otros gritos espantosos, y se ven diablos que amenazan rasguñar y serpientes que intentan morder, y arañas grandes peludas, que insinúan picar.
Pero no muerden, pican ni rasguñan ni le hacen nada al que no tiene miedo, y además eso dura poco; pues de repente todo desaparece y no queda otra cosa que las ramas del árbol cubiertas de flores blancas que son una bendición. Hay que tomar una sola, la más hermosa, ponérsela en el pecho entre carne y camisa y bajar después con toda tranquilidad. Y no hay que tocarla ni mirarla, ni contar a nadie que se la ha tomado.
Al otro día, ha desaparecido la flor, pero queda la suerte: si es mujer, un buen casamiento con hombre rico; si es hombre, buenos negocios; es decir, en ambos casos la fortuna y la felicidad.La higuera floreLa higuera florece únicamente la víspera de San Juan a las doce en punto de la noche, y la flor no dura sino algunos instantes. El que la toma, enriquece y es feliz. Pero no es fácil tomarla, porque se requiere valor y serenidad. Como sólo florecen las ramas más altas, hay que subirse al árbol y ase­gurarse bien; porque cuando se acercan las doce se oyen bufidos, berridos, ladri­dos, maullidos y otros gritos espantosos, y se ven diablos que amenazan rasguñar y serpientes que intentan morder, y arañas grandes peludas, que insinúan picar.
Pero no muerden, pican ni rasguñan ni le hacen nada al que no tiene miedo, y además eso dura poco; pues de repente todo desaparece y no queda otra cosa que las ramas del árbol cubiertas de flores blancas que son una bendición. Hay que tomar una sola, la más hermosa, ponérsela en el pecho entre carne y camisa y bajar después con toda tranquilidad. Y no hay que tocarla ni mirarla, ni contar a nadie que se la ha tomado.
Al otro día, ha desaparecido la flor, pero queda la suerte: si es mujer, un buen casamiento con hombre rico; si es hombre, buenos negocios; es decir, en ambos casos la fortuna y la felicidad.ce únicamente la víspera de San Juan a las doce en punto de la noche, y la flor no dura sino algunos instantes. El que la toma, enriquece y es feliz. Pero no es fácil tomarla, porque se requiere valor y serenidad. Como sólo florecen las ramas más altas, hay que subirse al árbol y ase­gurarse bien; porque cuando se acercan las doce se oyen bufidos, berridos, ladri­dos, maullidos y otros gritos espantosos, y se ven diablos que amenazan rasguñar y serpientes que intentan morder, y arañas grandes peludas, que insinúan picar.
Pero no muerden, pican ni rasguñan ni le hacen nada al que no tiene miedo, y además eso dura poco; pues de repente todo desaparece y no queda otra cosa que las ramas del árbol cubiertas de flores blancas que son una bendición. Hay que tomar una sola, la más hermosa, ponérsela en el pecho entre carne y camisa y bajar después con toda tranquilidad. Y no hay que tocarla ni mirarla, ni contar a nadie que se la ha tomado.
Al otro día, ha desaparecido la flor, pero queda la suerte: si es mujer, un buen casamiento con hombre rico; si es hombre, buenos negocios; es decir, en ambos casos la fortuna y la felicidad.e la noche, y la flor no dura sino algunos instantes. El que la toma, enriquece y es feliz. Pero no es fácil tomarla, porque se requiere valor y serenidad. Como sólo florecen las ramas más altas, hay que subirse al árbol y ase­gurarse bien; porque cuando se acercan las doce se oyen bufidos, berridos, ladri­dos, maullidos y otros gritos espantosos, y se ven diablos que amenazan rasguñar y serpientes que intentan morder, y arañas grandes peludas, que insinúan picar.
Pero no muerden, pican ni rasguñan ni le hacen nada al que no tiene miedo, y además eso dura poco; pues de repente todo desaparece y no queda otra cosa que las ramas del árbol cubiertas de flores blancas que son una bendición. Hay que tomar una sola, la más hermosa, ponérsela en el pecho entre carne y camisa y bajar después con toda tranquilidad. Y no hay que tocarla ni mirarla, ni contar a nadie que se la ha tomado.
Al otro día, ha desaparecido la flor, pero queda la suerte: si es mujer, un buen casamiento con hombre rico; si es hombre, buenos negocios; es decir, en ambos casos la fortuna y la felicidad.

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